6/15/2016

Drogas menores

El alcohol nos cura. Ya sea el etílico o cualquier otra versión, el alcohol tiende a curar todos los males.
Aunque todos digan que no, aunque te digan que es malo para ti pocas cosas hay como entumecer tus sentidos durante unas horas para poder pasar un rato agradable. Olvidar ciertos momentos, para poder seguir hacia adelante. Y si, no es sano pero a veces si.
Este relato salio un martes de incapacidad para ser enviado a una revista en la cual no fue publicado. Meh, siempre supe que no era bueno y ahora lo compruebo.
Gracias.



Drogas Menores

El alcohol se inventó en 1843.
O algo así me dijo un rostro borro en un bar olvidado incluso por los borrachos.
Según él, había sido parte fundamental de un conflicto que, de no haber sido por el alcohol, hubiera sido la primera guerra mundial. Por eso bebía él, en honor a las vidas salvadas ese caluroso fin de semana de 1843.
O quizá lo invente yo.
Justificando mi alcoholismo diciéndome a mí mismo que no hubiera escrito sobre este señor sin la media botella que corre en mi sangre. O tal vez solo me gusta cómo suena el número tres. Estructura contable mágica si tú eres el número uno y el 2 y el 3 son dos bellas mujeres bañadas en alcohol y otras drogas disuasivas que las hace más susceptibles a mis lastimeros encantos.
Bueno, al menos espero que eso sea lo que pasó la noche anterior a la mañana en la que desperté quien sabe dónde con la ropa de quien sabe quién regadas por el suelo.
De seguro fue divertido, el alcohol vuelve todo divertido.
Incluso esto que escribo no suena tan mal y las nubes morirán antes de que alguien diga que Hemingway es aburrido.
Lo único malo es olvidar la diversión. Pero al menos es una manera de no recordar el dolor. El alcohol recuerda y el alcohol me olvida. Tristes pinceladas al aire de un pasado que nunca supo cómo respirar. Y el oxígeno no cerro la herida y el alcohol solo la agrandó. Entumeciendo el destino de un escritor sin manos y de una botella que nunca quiso abrir. Porque las instantáneas de esas noches es lo único que queda. Porque todo lo demás se fue al carajo e inventar historias para los destellos es lo único que lo mantiene sano, que no cuerdo, pero sano.
Quizá algún día escriba esas historias donde hablara de él en tercera persona, donde se volverá omnisciente y sabrá todo lo que es y será, donde sabrá a donde van todos los caminos y a donde vuelan los pájaros. No como ahora que apenas y sabe el contenido de su vaso y ya ni sabe si dio vuelta a la derecha o a la izquierda.
Pero seguiremos escribiendo sobre la derecha cuando demos vuelta a la izquierda, y viceversa, y cuando nos quedemos quietos y cuando volemos alto.
Y seguiremos hablando solos, escribiendo sin escribir, soñando sin dormir y recordando sin nunca jamás olvidar.
Y todo lo que siempre diga, digo y digamos será verdad.
Porque nosotros los borrachos siempre decimos la verdad.
Pero nunca dije que la escribiera.








Ojalá fuera 1843.