5/08/2018

¿De nuevo?

Ahora si. Tengo menos tiempo que paso por aquí. La ultima vez fue un pequeño articulo que disfrute bastante haciendo aunque no creo que haya quedado exactamente como lo quería pero el punto se entiende. Creo que muchas cosas de las historias que mas me gustan de Superman son muy difíciles de poner en palabras, palabras que capten bien ese sentimiento. No se, quizá lo intente de nuevo en un años. Also, tenia el tiempo encima. Pero bueno, aquí estamos de nuevo. La segunda parte de esta antología (?) que tengo en la cabeza. Disfruten. O no. Hagan lo que quieran.

El Cometa, parte II


Era solo un pensamiento que tenía desde hace tiempo.
Asesino de dragones.
Un apodo que recorrería no solo su aldea sino el país entero. No habría lugar en el reino que no supiera su nombre o su leyenda.
Viviría por siempre. Bardos cantarían su nombre hasta que no hubiera quien lo escuchara. Hombres y niños vivirían su vida a su imagen. Mujeres fantasearían que sus esposos eran él solo para poder unirse al mito. Aunque tan solo fuera así, en un sueño, en una fantasía.
Primero, entrenar.
Volverse aquello que los hombres quisieran ser. Madrugar día tras día. Practicar con un palo contra un tronco. Horas antes de labrar la tierra y horas después. La fuerza ya la tenía. Años trabajando, abriéndole caminos a las cosechas para que pudiesen salir lo habían endurecido en más de una manera. Podía levantar varias veces su peso. Era capaz correr más rápido que cualquiera en su pueblo y le faltaba un entrenamiento formal.
Pero eso era imposible. Su aldea no tenía nombre ni lugar en los mapas de los grandes señores y los caballeros habían, desde hacía muchos años, olvidado el camino. Así que lo único que tenía era su tronco contra un palo que astillaba, día si y día no, su mano.
Paso años practicando contra el mismo árbol y con diferentes palos hasta que lo termino de romper.
Estaba listo.
Sin que nadie que realmente lo conociera, mas allá del granjero para cuya familia labraba, irse de su pueblo fue increíblemente fácil.
Caminó, cazó, recolectó y durmió en el suelo 3 días. Al cuarto día guiado por la dirección del sol encontró un rio el cual al seguirlo lo llevo a un pequeño lago en cuya orilla opuesta había una morada.
Nunca había visto un castillo y pensó que este lo era.
Uno muy mal cuidado porque había oído que debían tener muros enormes y guardias vigilando, pero tenía que echar la cabeza hacia atrás para ver el techo. Era un castillo. Y entro.
En la primera habitación se encontraban mesas alineadas con asientos como para 30 hombres. 40 si se juntaban mucho. Olía a comida recién hecha, a moho y a tierra. Con poca iluminación pero no lúgubre. Se acercó al primer hombre que vio que no tenía comida en la mesa.
-“¿Cómo se llama este castillo, buen hombre?” – Preguntó. El hombre lo miro como si le hubiera pegado.
-“¿Castillo? ¡Esto no es un castillo! ¿Estas tonto?”
- “Disculpe, señor. Jamás había visto un edificio tan alto así que pensé que lo era.” – Respondió.
-“Ah, eres un pueblerino. Bueno, todos aquí lo somos pero unos más que otros.” Y siguió – “Esto es una posada. La Posada del Lago que Hierve, si quieres ponerle un nombre.”- Al ver su cara de confusión, explicó: “Aquí das dinero y te dan una cama y comida. Ven, siéntate. Toma una cerveza”- Hizo una seña – “Mi nombre es Lorel. Dime ¿Qué haces fuera de tu casa?”
- “Voy a matar un dragón” – Contestó justo en el preciso momento en el que el silencio domino la posada.
10 risas diferentes llenaron de vida la habitación.
-“¡Todos los dragones están muertos!” – Gritaron 3 voces.
– “No se ha visto un dragón en más de 100 años.” – Dijo Lorel.
Varias personas se acercaron.
-“No es posible. Todos hablan de ellos en mi pueblo.” – Dijo.
- “¿Y cómo se llama tu pueblo?” – Dijo una de las voces que se acercaron. – “De seguro ni nombre tiene. ¿Qué van a saber de dragones?”- No podía ser cierto.
-“Debe de haber. Viven por siglos.” – Insistió.
-“Ni los sabios saben que les paso. Solo jamás se volvieron a ver.” Dijo Lorel.
-“Pero no entienden. Toda mi vida me la pase entrenando para matar a un dragón” – Dijo casi suplicando.
- “¡Pero ni espada tienes!” – Se burló alguien más.
- “Acéptalo, chico. No hay. Aquí arriba en la montaña solía haber muchos. Varias veces al día podías ver una llamarada en la cima. Ahora ya no. Y quienes suben encuentran solo una cueva oscura y vacía con piedras chamuscadas.” –Continuo- “Por eso le dicen el Lago que Hierve pero ahora solo el nombre tiene.”
La cerveza llego sin que nadie se diera cuenta.
Apenas sintió que se levantó. Decidido tomo el tarro el cual se terminó de un trago. Cerro los ojos y dijo – “Subiré a la montaña. Matare un dragón y les traeré su cabeza.”–
-“Ve, pues. Ten mi espada. Pero si no traes esa cabeza al bajar trabajaras para mí. Tienes buenos brazos y no se deben desperdiciar. Ve y mata un dragón.” Dijo por ultimo Lorel.
Salió rápido de ahí con la espada a la cadera abriéndose paso entre risas y burlas con un valor que no había sentido nunca.
Siguió el rio hacia arriba 7 días y uno más. Sin fuerzas casi ya subió hasta el punto donde se encontraba una cueva en cuya entrada se veían marcas de fuegos apagados hacía ya muchas lunas. Desde ahí arriba los arboles eran más pequeños que el césped. Solo existía el cielo.
La cueva se alzaba ante el con una entrada enorme y con una oscuridad que prometía que si entrabas jamás saldrías. “¡Sal, bestia!”- Grito. “¡Enfréntame!”
Nada.
Grito hasta que ya no tuvo voz y la desesperación le regalo una lagrima.
Y la oscuridad se movió.
Una masa gigante se desenvolvió de sí misma. Arrastrando sus garras de la cueva. Haciéndose cada vez más grande. Cuando al fin salió por completo la bestia parecía más grande que la montaña misma.
Garras gruesas y enormes al final de unas alas más grandes que casas. Un cuerpo que bien pudiesen ser 200 hombres apilados y una cabeza de lagarto del tamaño de una enorme carroza. El sol y su brillo le daban una belleza única a sus escamas de serpiente.
La temperatura subió.
Era fuego hecho carne.
Viendo hacia las fauces de la bestia, una figura recorriendo el cielo detrás del dragón llamo su atención. Como si una estrella cayera del cielo, atravesándolo.
Casi parecía que cortaba la cabeza del dragón. Esa fue su señal. Este era su destino.
Saco la espada.
Corrió hacia la bestia directo.
Cuando esta abrió la boca, brincó. Mientras, las llamas lo empezaron a rodear. Estaba en lo cierto. Este era su destino.
Esta sería su leyenda.