10/03/2018

El Fin

Todo viaje tiene un fin. Y este es el fin del cometa. Llegamos aquí por medio de una idea que dio vida a todo esto. Y a todo. Me complace saber que termine mi saga de 7 volúmenes mucho antes que George R.R. Martin. Lo pondré en mi currículum y en mi epitafio.


El Cometa. Parte VII.


Soy un pensamiento. Una idea que vaga, que deambula por la infinita vastedad de la nada. No tengo forma ni tiempo. Lo soy todo y no soy nada. Si así lo quiero. Tengo consciencia si así lo deseo. Existo desde el inicio pues yo soy el inicio y no se si tendré un fin. Si hay un Universo es porque así lo ordeno, me de cuenta o no. Yo soy todo.
Viajo entro oscuridades eternas para encontrar luces distantes que proporcionan algo que tienden a llamar calor. Me baño en el centro de las estrellas. Fuegos nucleares acarician mi piel. Una energía purificadora que destruiría planetas se siente como un pequeño cosquilleo. La luz cegaría a seres menores pero no a mí. Lo veo todo. Transformaciones cuánticas que suceden en millonésimas de segundo se ven tan claras ante mí, ante estos ojos.
No recuerdo bien si en realidad paso pero algo ocurrió alguna vez. O tal vez lo inventé. Caía de algún lugar. En las alturas. Moría. Y no lo iba a permitir. La gravedad se acopló a mis deseos. Floté y después volé. Desperté. Todo cobro sentido y la realidad se volvió una conmigo.
Aprendí que jamás estuve vivo. Yo soy la vida y la muerte solo es una idea más. Nada más existe, solo yo. Todo pasa por mí y para mí. Para darle sentido a la ausencia del mismo.
Viajo dentro mí. Tomo forma cuando y donde quiero. Para conocer esta complejidad sin control que se desarrollo para y de mí. Pero sin mi permiso. O quizá sí.
Recorro el infinito universo de este constructo mental en forma de un cometa.
Viajo para verlo todo. Para sentirlo todo. Conocerme a mí mismo.
Veo criaturas peleando. Criaturas muriendo. Seres que conocen la felicidad y seres perdidos en la miseria. Criaturas que quizá sean inteligentes y seres sumidos en la brutalidad de su naturaleza, a veces ambos y a veces ninguno.
Veo a la madre abnegada y la esposa sufrida. Veo una pareja formando un vinculo que la distancia no podrá quebrar. Veo seres mitológicos tan antiguos como los planetas donde habitan, despertar. Veo caballeros muriendo por sus sueños y escritores deseando cambiar los suyos. Veo vaqueros espaciales recorriendo la galaxia y usándome para salvar a toda una especie.
Mil y una historias contenidas en mí. De lenguajes que no conoceré, amores que no tendré y decepciones que no viviré.
Y al mismo tiempo sí. Pues lo soy todo. Todas estas historias me pasan a mí. Y en mí. Soy yo. Somos yo. Soy ustedes. Soy tu.
Nada importa. Todas estas historias muertas que pasaron pero realmente no. Nada importa pues nada existe. Ni la vida, ni la muerte, ni el amor ni el desamor, ni la felicidad ni la miseria, ni el dolor ni el placer. Nada existe en este eterno y atemporal vacío que ha sido siempre, sin inicio ni final. Que si yo dejase de existir nada cambiaria. La oscuridad seguiría aquí pero, en lo que llego a un incierto fin, solo existo yo.
Nada más que yo.
Y solo soy un pensamiento.