7/06/2021

Chuy y Mauricio

 Damn, ha pasado tiempo desde que escribo algo aquí y mis mas sinceras disculpas querido blog. El 2020 y lo que va de este fue un año bastante interesante, difícil e inusual como bien has de saber tu que vives en las entrañas del Internets. Tenia bastante tiempo sin escribir nada en general, eso si. Hasta que llego esta idea a mi cabeza y que duro mucho mas de lo que esperaba que durase. 


Chuy y Mauricio 

Capítulo 1

 

- ¿Sabías que el cuerpo humano pierde 21 gramos después de morir? – Dijo Chuy con una naturalidad como quien dice el clima o el horóscopo de un domingo. Pero Mauricio ya lo sabía. ¿Cómo no iba saberlo si era la tercera o quinta vez que decía eso esta semana? No le importaba, decir datos curiosos de la muerte era algo que le gustaba mucho a Chuy y Mauricio lo soportaba. Era algo tétrico, a veces, pero era lo suyo.  Quizá el también tuviera algo muy suyo que Chuy soportara sin decirlo. Eso era la amistad.

Se conocían desde hacia unos cuantos años. Parecía una eternidad como lo es todo cuando eres un niño. Chuy había vivido en Badiraguato toda su vida mientras que Mauricio había llegado cuando ya iba empezando segundo de primaria. Sus papas lo habían traído a la ciudad por algo de trabajo que él era muy chico para comprender pero que, según su papa, si las cosas iban bien el iba a heredar y por tanto tendría que saber “como se mueven las cosas”. Nunca supo quien hizo mas coraje por dejar la ciudad, si él o su mamá pero ambos, su mamá un poco menos, habían aceptado la orden al final. No importaba ahorita. Tenía 11 años. Chuy tenía solo 10. Lo único que importaba era la tranquilidad del pueblo y aunque de vez en cuando extrañaba la ciudad y los infinitos lugares para comer, pasear, jugar y conocer, el pueblo escondido entre la sierra la ofrecía sin parar. Podía ir caminando a casi cualquier lugar del pueblo y apenas encontraría un bullicio que lo sacara de su pensamiento. Excepto los datos que Chuy esporádicamente decía y los gritos de emoción del niño cuando veía pasar al señor de los bolis. También ayudaba el hecho de que todos en el pueblo conocían a su padre y nadie quería tener problemas con el así que nadie nunca lo molestaba.

- ¿Sabías que el ultimo sentido que se pierde es el del oído? – Dijo Chuy. – Eso quiere decir que no es verdad que antes de morir ves tu vida pasar por tus ojos ¿Por qué como podrías verlo si estas ciego? ¿Verdad? Si, eso ha de ser mentira. Aunque dice mi tata que si pasa. No sé. ¿Tú que crees? –

- Creo que el de los bolis ya se tardo mucho. – Dijo Mauricio como respuesta con toda la flojera que un sábado en Badiraguato puede producir. Aunque los sábados eran días interesantes en el pueblo ya que eran los días en los que los turistas inundaban las calles y el mirador, algunos en camino a las cabañas que se encontraban a una hora de camino. A pesar de las noticias de que la inseguridad había tomado control de la sierra y de Badiraguato para los sinaloenses eso no significaba nada. Simplemente que había que tener mas cuidado en no molestar a nadie y ya. Chuy lo sabía y a Mauricio no le importaba lo que significaba que era algo que todo mundo debía de saber. Así era el pueblo en que vivían.

 

Capítulo 2.

 

En su primer día de clases Mauricio no hizo ningún amigo. La escuela de tierra y monte no le llamaba para nada la atención y ninguno de estos niños llenos de mugre y gritos era digno de hablarle a el que venia de la capital. Se presento ante el grupo como si fuera un extraño que viene de otro planeta con la mejor ropa y el mejor celular que jamás habían conocido aquellos niños y niñas de cachetes rojos. Dijo su nombre y el de su papa y el conjunto de personas en el salón (incluido el profesor) profirió un “oooh” que le hizo comprender a Mauricio que, con mayor motivo, jamás tendría un amigo en ese pueblo. 

 - ¿De dónde eres? – Dijo una niña de nariz chueca.

- De Culiacán – Respondió sin voltearla a ver.

- ¿Tu papa es el patrón? – Dijo otro un poco más grande que él.

- Así le dicen así que supongo que si -Contesto con la voz cansada.

- ¿Qué es eso? – Dijo el más pequeño del grupo.

Estos niños habían perseguido iguanas, gatos y hasta vacas desde que pudieron caminar.

-Un celular- Mostrándolo ligeramente.

- Mi papa también tiene uno pero es mas grande- apunto el niño de nuevo.

-Entonces es un radio no un celular, no seas tonto- Añadió un poco molesto de tantas preguntas. -Déjenme en paz-

Fue la ultima frase que intercambio con alguno de esos niños en semanas como si él fuera algo aberrante y algo a lo que no debían acercarse. Esos niños tenían su vida planeada desde el momento en que nacieron. Arar la tierra, montar caballo, arriar las vacas, ayudar al patrón. Todos sabían perfectamente que hacer cuando fuesen mayores. No podían imaginar una vida más allá de lo que veían.

- ¿Sabias que las gallinas siguen corriendo después de que se mueren? ¡Les arrancas la cabeza y siguen corriendo! – Dijo una voz emocionada.

- Nunca he visto una gallina muerta mas que en mi comida- Contesto con flojera pensando que le estaba hablando a alguien más que no veía.

- Uhh yo sí, muchas. Mi ama las mata y las hace en caldo. Deberías de probarlo- Siguió el niño sin notar su tono.

-No sé, no creo que este tan bueno como el que hacen en Culiacán – Dijo mirándolo con cautela.

- Uh, dice mi abuelo que los de la ciudad no saben hacer comida- Replico casi gritando.

Eso lo hizo sonreír.

- ¿Sabías que cuando mueres te puedes…cagar? - Dijo Chuy al chico.

- Entonces yo digo que deberíamos usar pañales todos los días pero no lo hacemos porque se reirían de nosotros. ¿Verdad? – Dijo el niño que sonreía como si no le faltaran 3 dientes.

- ¿Cómo te vas a hacer popo al morir? No se puede. Tienes que hacer fuerzas. – Contesto Mauricio. – Haces fuerzas cuando vas al baño.

- Pero no, cuando te mueres todo tu cuerpo se relaja como si te fueras a dormir- Replico el niño.

- Pero no te haces popo dormido. Yo no. – Contesto Mauricio como aclarando que esos días ya habían pasado hace mucho.

- Ni yo pero los bebes si, ¿Verdad? Creo que es algo así. Aquí dice que los mus…culos. Jaja. Se aguadean al morir y que por eso te cagas. Tiene sentido- Dijo chuy mientras apuntaba a un viejo numero de una enciclopedia de medicina. Era un libro ya muy viejo y gastado no por el uso si no por el paso del tiempo. La pasta en algún momento había sido de un color vino que los años y el polvo habían degradado a un rosa pálido y sin brillo. Nadie sabia muy bien como había llegado a su casa pero desde que lo encontró, Chuy no pasaba mas de una semana sin volverlo a leer. Cada vez leía mas rápido y se trababa menos en las palabras complicadas.

- Pues sí, quizá sí. ¿Quién eres? – Dijo Mauricio con recelo. Nadie le había hablado el día anterior y suponía que de ahora en adelante así seria para siempre. Todo es tan definitivo cuando tienes 7 años.

- Me llamo Jesús pero como mi papa también se llama Jesús y a mí me dicen Chuyito. No me gusta. Dime Chuy. – Contesto de inmediato.

- Bueno – Contesto aun mirándolo detenidamente.

- ¿Sabías que aun te puedes mover después de muerto? El sistema nervioso sigue jalando y manda es..pas..mos al cuerpo para moverlo aun después de muerto.

- ¿Cómo sabes todo eso?

- No sé. Es un tema interesante. Estas aquí y de repente ya no. No piensas en nada y fin.

- Eres raro.

- No mas raro que estar solo en medio del recreo.

- Tu también estas solo.

- Lo sé, nadie le gusta lo que digo y me dejan solo. No me molesta. Me la paso volviendo a leer esto una y otra vez. Es muy interesante.

- Eres raro.

- Lo sé.

- ¿Por qué no lees otra cosa?

- Nada más tenemos un libro. Mi tata dice que los libros son una perdida de dinero. Que con los que me dieron para la escuela es suficiente dinero tirado.

 

Chuy se sentó a su lado. Siguió hablando de la muerte de animales y datos del libro durante todo el recreo. A la salida comerían un boli con el dinero que Mauricio había recibido de su mama.

 

Capítulo 3.

 

La Parroquia de San Juan Bautista continuaba irguiéndose imponente bajo los rayos del sol. Nada la perturbaba y mientras los trabajos de ampliación continuaban las misas lo hacían también. El padre Roberto congregaba a los feligreses día si y día también. Misa de 7, de 9, de 12, de 5 y de 7 de nuevo. 7 días a la semana. Los 365 días del año. La fe del pueblo no menguaría jamás mientras estuviera en manos del padre Roberto evitarlo.

 

Mauricio se encontraba afuera de la iglesia mientras esperaba que llegara Chuy a esperar al señor de los bolis, una rutina que habían tomado tras varios meses casi sin notarlo después de aquel primer día de clases cuando se conocieron. Era otro sábado de turistas y la vendimia de la plazuela estaba en apogeo. Las campanas de la iglesia sonaron una vez mas para invocar a los rezagados de la misa de 9.

- ¿Sabías que las uñas y el pelo parecen crecer después de muerto? – Dijo como saludo Chuy haciendo un esfuerzo porque el “parecen” destacara mas en la oración. – Pero no es que crezcan. Es la piel secándose poco a poco y por eso se ve como si crecieran-

Mauricio ya lo sabía, lo había escuchado mínimo 5 veces pero no lo iba a decir. Chuy se sentó a un lado viendo hacia la iglesia con la mirada perdida. Cuando esperaban en la Iglesia era la única vez en la que Chuy se callaba por mas de 5 minutos. Había sido parte del coro pero cuando Mauricio le pedía que le cantara este siempre le contestaba con un puñetazo fuerte en el brazo y diciendo “Yo no canto” con un tono serio muy inusual en el niño. A veces se lo pedía nomas por sacar un tema de platica o por molestarlo. Realmente no le gustaba cantar.

 

- ¿Que paaaasooo, Don Pepe? ¿Por qué llega tan tarde? – Grito Chuy casi de esquina a esquina de la plazuela mientras el señor de casi 70 años cruzaba la calle.

- Unos pinchis weros que estaban en la Alameda no me dejaban venir. No son ni las 10 y ya están bien pedos. ¿Qué chingados piensan? – Renegó entre dientes mientras se acercaba a los niños.

Los sabores de siempre salieron del carrito de bolis a las manos de los niños con una rapidez que casi parecía que el anciano tenia 30 años menos y 50 mas de experiencia vendiendo bolis.

-Pero le dices a tu papa que yo se los di- Grito el viejo mientras Mauricio salía corriendo detrás de Chuy.

 

Capítulo 4

 

Corrió hacia el rio por la calle de un antiguo revolucionario mientras Chuy se metía de un brinco a nadar. Mauricio era un poco mas cauteloso y solo lo miraba en la orilla. El más chico de los dos nadaba como si lo hubiera hecho incluso antes de caminar. Parecía liberador. Y mientras lo invitaba a nadar Mauricio no podía dejar de mirarlo. La amistad de ese niño lo hacia apreciar mucho mas el pueblo donde vivía.

A Chuy le gustaba contar la historia del pueblo. Le decían el pueblo de muchos arroyos y muchas cosas más. Que había sido fundado poco después de la capital y que aún había magia en el agua que bajaba del cerro. Magia para el pueblo y sus habitantes. Magia para el dinero y magia para ocultarse. El agua guardaba secretos y por eso a Chuy le encantaba bañarse en ella. Los arboles y la sierra podían ocultarte para toda la vida y la luna del mes te iluminaria tu camino siempre que confiaras en ella. Y aunque Chuy conocía mas del mundo que el niño promedio de Badiraguato aun quería quedarse en el para siempre. Formar parte de su historia y de sus días para siempre.

El papa de Chuy era un jardinero que se ganaba la vida cuidando casas de los patrones que cada cierto tiempo habitaban el pueblo. Ganaba lo suficiente para alimentarlos a todos en su casa y además se ganaba rápidamente el cariño de sus jefes. La ligereza de sangre se la había pasado a su hijo. Mauricio no comprendía como Chuy no tenía más amigos que él. Le gustaba creer que los otros niños del pueblo simplemente no entendían todas las palabras que Chuy constantemente despotricaba sin cesar pero sabía que había algo mas que eso. Un secreto que el agua no podía llevarse.

- ¿Sabías que hay un puente en el otro lado donde un chiiingo de gente va a matarse? – Dijo Chuy mientras salía del rio con la ropa empapada.

Sus papas rara vez estaban en casa así que cambiarse y dejar la ropa a secar por horas para que no la vieran mojada era una práctica común del niño. 

-Como mil personas se han muerto ahí. ¿Te imaginas? – Dijo con los ojos bien abiertos.

- Yo ya he pasado por ahí- Contesto Mauricio de un modo que intento no parecer presumido pero presumiendo poquito. – Es rojo rojo. Lo sostienen unos cables que son mas gruesos que el Profe Hermenegildo-

Se quedaron viendo un momento antes de soltar la carcajada.

 

Capítulo 5

 

Con la ropa empapada, después de unas horas de entrar y salir del rio, Chuy y Mauricio se dirigieron al pueblo.

El bullicio de media mañana indicaba que sería un día movido. Los fuereños llegaban más y más. El pueblo que normalmente no parecía tener mas de 150 personas en total casi parecía tener tres veces más que eso. Muchos weros llenaban los puestos de vendimia y mientras que las señoras eran muy felices vendiendo cosas 3 o 4 veces mas caras de lo normal los hombres solo miraban con recelo desde las esquinas y las cantinas. Cantinas que seguido eran ocupadas por varios grupos de weritos que no soportaban la cerveza de México ni mucho menos el tequila.

El ruido de la cantina de Doña Laura llegaba hasta la otra cuadra. Canciones repetidas de chirrines demasiado viejos para hacer otras cosas y las voces de gringos borrachos que no conocían las letras inundaban la calle aunque apenas y pasaban de las 11 de la mañana.  

Los charquitos de agua de Chuy hacían un buen patrón que los hacía difícil ocultarse aunque sea por unos segundos en los que el sol los hacia desaparecer. Riéndose como si no hubiera ninguna preocupación Mauricio corría por la calle esperando pronto llegar a casa para ver los primeros indicios de lo que sería su comida. Ojalá fuese mole.

Por la mala suerte, por la buena suerte o por obra de Dios los gringos salieron de la cantina justo cuando Chuy volteaba hacia otro lado. La cerveza y los 2 shots de tequila bañaron al turista. Además, claro, de la ropa mojada de Chuy.

-Corre- Grito Mauricio mientras casi en cámara lenta veía como el gringo estiraba la mano para agarrar al hijo del jardinero.

Los reflejos de infancia se activaron y se levanto antes de que la mano del werito se cerrara en los brazos de Chuy. Mauricio paso por un lado segundos después justo cuando el segundo turista intento propinarle un golpe. Si no fuesen extraños en el pueblo jamás hubieran intentado tal atrocidad.

Tan rápido como el alcohol en sus venas les permitió se lanzaron detrás de los niños. Gritando cosas en un español mocho y en un inglés alcoholizado persiguieron a los niños casi una cuadra detrás.

El miedo ante algo que jamás había experimentado antes hizo que Mauricio alcanzara y pasara a Chuy antes de que este se diera cuenta. Chuy corrió detrás de él entendiendo que las cosas estaban incluso aun peor de lo que pensaba. Corriendo por la calle Juárez, Mauricio dio una vuelta a la izquierda y se encontraron rápidamente con la parte trasera de la Iglesia. El Padre Roberto tenía prohibidísimo que alguien se metiera a la iglesia después de la misa de 9 y antes de la de las 12.

-NO- Grito Chuy para advertir a Mauricio pero este no hizo caso. Abrió la puerta sin pensarlo y Chuy lo siguió de cerca.

- No debemos de estar aquí- Dijo Chuy con miedo.

- Mi papa esta pagando por esta iglesia. El Padre Roberto nos va a cuidar. Él cuida de todos – Dijo susurrando.

- No debemos estar aquí – Repitió Chuy.

- Se escucha algo al fondo- Dijo como respuesta Mauricio.

 

Con Chuy tirando de su brazo Mauricio siguió el enmudecido ruido que escuchaba. No podía distinguir que era pero algo en su interior le decía que estaba mal. Tenia que descubrir que era.

Sin apenas hacer ruido Mauricio abrió la puerta de la que era la oficina del Padre Roberto mientras el sonido se hacia mas claro. Era un llanto y algo más.

-No llores- Se escucho que decía con coraje la voz del Padre Roberto.

Con un movimiento brusco y repetitivo el padre intentaba brincar con los pantalones abajo detrás de alguien. Alguien…uno de los monaguillos. No, de los niños del coro. El niño lloraba.

Chuy lo jalo del brazo mucho mas fuerte que antes.

-Vámonos- Dijo.

- ¿Qué le está haciendo? Esta llorando. Lo está lastimando- Contesto.

- Lo sé- Dijo en un tono seco y cortante Chuy.

Mauricio lo volteo a ver.

Chuy tenia los ojos muy abiertos pero no lo miraban a él.

Mauricio lo entendió todo.

 

Capítulo 6

 

Una semana había pasado desde que habían salido a hurtadillas de la iglesia. Mauricio no supo que decir durante todo el trayecto a su casa. Chuy también se había quedado sin palabras.

Al día siguiente lo único que pudo hacer y que se sintió correcto fue abrazarlo. Los hombres no se deben de abrazar, le había dicho su papa, pero su mama lo hacía cuando algo malo había pasado y algo muy malo había sucedido. Chuy lo empujo. Mauricio se volvió a levantar y lo volvió a abrazar. Chuy lo empujo de nuevo mucho mas despacio. Se soltó a llorar.

-Nadie me iba a creer- Dijo en voz cortada por el llanto. -El pueblo entero le confía todo al padre. Incluso tu papa-

-Yo te creo- Dijo despacio. -Y no se va a quedar así-.

El papa de Mauricio también le había dicho que si alguien lo lastimaba el debía lastimarlos también. Nadie se salía con la suya. Y aunque nada le había pasado a él, que hubieran lastimado tanto a Chuy, su amigo, su hermano, era como si le hubieran hecho algo.

Su papa guardaba las cosas que pudieran lastimarlo muy recelosamente. Pero cuidar las armas de la casa era una cosa que olvidaba completamente cuando se ponía a tomar. Disparar 3 o 5 veces al aire era lo normal. Su papa creía que su hijo estaba dormido. No era así. El sonido de los balazos inundaba la sierra mientras el trataba de dormir. El alcohol era lo que lo hacia tan crédulo. Menos de un minuto quieto y para su papa él ya estaba completamente dormido. Sin imaginar jamás que su hijo aprendería a usar las armas de tanto verlo, el alcohol lo tumbó. Mauricio sigilosamente le quito una de las manos y otra del cinturón.

La misa de 7 había terminado temprano. El padre había estado inquieto durante las misas de todo el día y las terminaba torpemente y sin mucha ceremonia. Se metió a su casa con la sensación de que algo lo observaba. Algo había en el rabillo del ojo pero al voltearse desaparecía. Las horas pasaron lentamente mientras la noche caía sobre Badiraguato y el padre se intentaba hacer la cena menos pesada que pudiera. Había ganado fácilmente 20 kilos desde que había llegado al pueblo. Un pueblo bicicletero que lo quería mucho, le creía todo y jamás lo dejarían pasar hambre.

Un ruido lo hizo levantarse de la mesa.

La casa que habitaba se conectaba por un largo pasillo hacia su oficina de la parroquia. La noche hacia eterno el pasillo mientras sus pies descalzos tocaban el piso paso a paso. Metió la llave al pasador y para su sorpresa se encontraba abierta. Había estado muy distraído en todo el día así que, aunque fuese inusual, no pensó mucho en ello.

Otro ruido lo hizo levantarse. La luz le llego a sus ojos lo suficientemente rápido para reconocer un rostro que muchas veces vio llorando. Otro flash de luz le baño la cara mientras un dolor punzante en el estomago le hizo agacharse. Un tercer flash y jamás volvió a abrir los ojos.

Los niños, habiendo cumplido su misión, corrieron a la sierra. Los balazos eran lo normal en el pueblo, no creerían que eso sería un factor pero aun así habían planeado huir en cuanto terminaran su plan. Sabían perfectamente que al día siguiente encontrarían el cuerpo del padre antes de la primera misa. Hace unos años policía hizo que Mauricio y su papa huyeran de la ciudad y llegaran a ese pueblo. La oscuridad de la sierra parecía que los ocultaría para siempre. El rio corría con un suave susurro de mil secretos interrumpido solo por el repentino chapoteo de agua cuando lanzaron las pistolas.

-Viviremos encerrados- Dijo Chuy en voz baja. Mauricio no le veía el rostro pero algo en su voz se notaba mas ligero y supo que estaba sonriendo.

- ¿Sabes? Los muertos no van a la cárcel- Dijo como respuesta.

Se volvieron a ver una ultima vez.

 

Capitulo 7

 

En la capital del estado, en el corazón de la ciudad la principal iglesia del pueblo sinaloense se alza firme y sin inmutar.

Las oficinas traseras ocultan secretos y habitaciones que solo ciertos personas benditas y malditas conocen.

Los ojos del pueblo son ciegos antes estas habitaciones.

Las puertas son de un color café oscuro y de una madera vieja. Una madera que ha perdurado durante décadas y que seguirá en pie mientras cientos de personas las abren para jamás revelar las cosas que pasan ahí dentro. Los lujos y las perversiones que ocurren en ese lugar son cosas que jamás la biblia hubiera permitido. 

“La inseguridad en el Municipio de Badiraguato sigue sin control. A un año de la tragedia ocurrida en el Municipio de Badiraguato se desconocen las causas del asesinato del Padre Roberto Villa y de los menores Jesús Ramírez y Mauricio Arellano. La Iglesia no omite declaraciones mientras la policía federal insiste que esto fue obra del crimen organizado y que las investigaciones siguen en pie para descubrir las causas detrás de este infame crimen. Recordemos también que una semana después el conocido capo de la ciudad fue asesinado en un fuego cruzado en la capital del estado. El pueblo de Badiraguato llora mientras la pregunta permanece. ¿Qué paso esa noche? ¿Qué llevo a cometer semejante atrocidad? Quizá nunca lo sabremos. “

Una televisión de pantalla plana grita para callar un sonido húmedo y de succión. 



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